Siempre supo que en las inscripciones milenarias
podía leerse la urgencia del silencio.
Siempre supo que las lágrimas
acababan mezcladas con un tiempo de agua y de sal.
Siempre le plantó cara
a la arena y al olvido
al invierno y al desierto...
Sin embargo, nunca pudo descubrir
quién era el verdadero dueño de su sombra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario