Llevaba un par de días
raro. Sentía como una especie de desazón interior que no podía explicarme.
Había perdido mi reloj y mis recuerdos no acababan de ser nítidos. Así llegué
hasta aquel banco del parque; desorientado y perdido. Allí sentado imaginé
brújulas doradas y tiempos ocultos, pero no terminaba de centrar mi mente.
Observé detenidamente los juegos de los niños, las conversaciones de sus
madres, la ropa de deporte de todas las personas que pasaban corriendo…
Nadie parecía verme.
El sol caía a plomo y
sin embargo, yo sentía un frío mecánico que calaba mi memoria. Me sobresalté
cuando miré las flores y no percibí color alguno. Aquellas flores eran en
blanco y negro. Algo me estaba pasando…Lo tenía cada vez más claro… Lo sabía.
De pronto, reparé en el
periódico; un periódico tirado en el suelo, bastante cerca del banco del parque
que yo ocupaba. Me levanté y lo cogí y al volver a sentarme para ojearlo sentí
que la soledad y la incertidumbre se echaban un pulso en las profundidades más
lejanas de mí mismo. Me detuve en una página manchada y algo arrugada. En ella
leí palabras que poco a poco fueron adquiriendo un sentido. Hablaban de la
muerte de un hombre…por lo visto murió de repente, dejando sin aliento a su
mujer y a sus hijos…Leí su nombre… y el periódico se me cayó de las manos.
Descansó nuevamente en el suelo, allí… a mis pies. Al rato fue recogido por un
barrendero que le gritó a su compañero, después de echarle un vistazo:
_ ¡¡Eh Joaquín!! Un
periódico de hace dos días tirado en la mitad del parque… ¡Qué poca vergüenza
tiene la gente! ¿Para qué coño se
inventaron las papeleras?
Se alejó con su cubo de
basura a medio llenar.
Él tampoco se dio
cuenta de que yo estaba allí.
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