lunes, 16 de diciembre de 2013

UNA AVENTURA PIRATA. PALABRAS PARA CELIA.







Cuando Celia nació hace dos años y medio, a su madre dejaron de importarle todas las tazas que se pueden romper y todo el tiempo que desaparece en una semana; ni  siquiera le importó abandonar su trabajo, tan monótono y aburrido.




  
Cada mañana se levantaba muy feliz y muy temprano; recogía la casa, preparaba la comida y cuando Celia se despertaba sobre las nueve, su mamá se dedicaba durante el resto del día a enseñarle cuánto valen los besos.






Y así, persiguiendo los besos de mami, fue como Celia aprendió a voltearse completamente, siendo un bebé y a andar y a reconocer formas y muchos colores; los suficientes como para que su mundo sea ya un mundo precioso.
 






  
Hay una cosa que no sabe nadie, y es que a Celia le gusta imaginar que es un pirata, con su parche en el ojo, con su timón entre las manos y con su loro parlanchín sobre el hombro izquierdo. Quizá éste sea el motivo por el que adora la inmensidad del mar y por el que nunca se desprende de su pequeña brújula dorada.





Celia no va a clase de ballet, ni de piano; ni falta que le hace. Ella es una aventurera, valiente y vital; así que ya es suficiente con superar los rumbos difíciles recogidos en su cuaderno de bitácora.






 
  "Gracias Celia, por habernos enseñado a vivir”- le repiten sus padres cada día que pasa. Y ella sonríe, asimétricamente bella y ajena a cualquier tipo de crueldad.







Por eso, en los sueños de Celia jamás aparecen batas blancas, ni habitaciones tristes, ni áreas quirúrgicas. Lo que Celia sueña es que su barco pirata surca los mares, que el sol y el viento acarician su cara y que ella siempre avanza lenta y segura hacia un destino de libertad, un lugar en el que ni un solo día de su vida dejará de ser querida.



 


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