martes, 3 de septiembre de 2013

LA LATA VACÍA.






Me pregunto cuál es la justa distancia que separa mi existencia de la existencia de cientos de objetos que me rodean.
¿Me pregunto esto porque soy racional?
Y si soy racional.... ¿Nunca podré ser un objeto?
¿Nunca podré parecerme a esta lata de refresco recién sacada del refrigerador?
Sin embargo esta es una existencia tan válida como la mía porque aquí está. Parece cansada de ser así, como si estuviese aburrida de contener este líquido que le aporta gran parte de su identidad.
Yo creo que si pudiera hablar me pediría que la abriera, quizá para poder respirar, quizá para poder escuchar las voces que vienen de fuera.
Va perdiendo su frialdad, se va aclimatando a la temperatura ambiente. Yo diría que se siente más natural.
Lleva un tiempo sumida en una especie de tristeza melancólica y no sé cómo hacerla reaccionar.
Comienzo a beber.
Al volver a dejarla sobre la mesa me susurran sus burbujas que siente miedo.
-          ¿Miedo? ¿De qué?-pregunto sin comprender del todo.
-          Tiene miedo de quedarse vacía-contestan ellas de forma contundente.
Entonces reacciono, vuelvo a cogerla, esta vez más lentamente, pasando mis dedos  sobre ella en lo que pretendo que sea una caricia.
Vuelvo a acercar mis labios a ella.
No voy a beber
Voy a hablar
Voy a hacerle comprender lo cerca que está de mí
Voy a decirle que no somos tan diferentes
Voy a contarle que yo también tengo miedo.

Mientras tanto los demás volverán a llamarme loco.... y yo comenzaré a sentirme un poco mejor porque he encontrado una nueva complicidad en mi lucha perpetua contra el vacío.
Huyo de la cordura de todos, de mi propia racionalidad y de los esquemas mentales que quieren hacer de mí una sombra.
Comienzan por fin mis confidencias.
Aquí continúo
Sin beber
He decidido hablar con ella

"Yo también estoy cansado de ser así. Estoy aburrido de contener esto que aporta gran parte de mi identidad. A veces me ahogo. A veces creo que estoy sordo. Siempre estoy solo"
Después de un tiempo sumido en un silencio triste y ciertamente melancólico le confieso  la verdad: "No quiero ser como una lata vacía".
Caigo extenuado. Cierro los ojos. Alguien ha vuelto a pincharme. Noto como si mi cuerpo empezara a levitar. Estoy tan cansado... mañana vendrá el doctor, querrá que le hable del suceso de hoy pero lo tengo todo planeado; sólo lanzaré una pregunta y esta vez será él el que deba responder:
-          ¿Cree usted que es tan lejana la diferencia entre mi existencia y la de una lata de refresco recién sacada del refrigerador?

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