Nunca lograré saberlo todo sobre ella. Seductora y
enigmática salta desde todos los rincones disfrazada de bohemia, de alcohólica,
de señora, de mendiga.
Maldita, sublime, serena, culta, romántica, popular,
comprometida, arraigada, exiliada, noctámbula... me ha acompañado con
frecuencia envolviéndome con sus brazos tipográficos y besándome con sus
palabras inagotables.
A veces la he sentido como un arrebato capaz de
sacudirme el alma sobre mi mesa de trabajo.
Escurridiza como siempre y en ocasiones inaprehensible
aparece descarada plantándose frente a mí, desafiándome. Entonces me doy cuenta
de lo poderosa que es. Salimos a la calle, paseando junto a mí se refleja en
todas las aceras y mientras esboza una tímida sonrisa, vierte sobre ellas su
peculiar lenguaje vivo y directo. Me pide un trago. Entramos en una vieja
tasca. Se desnuda lentamente en una de las esquinas de esa barra gastada y
sacia su sequedad a golpe de botella.
La profunda emoción de su mirada perdida, me impide
suponer en qué estará pensando. Envidio su belleza absoluta y no sé por qué,
creo que me ha contagiado su dolor.
Ese aire triste le sienta bien. Está temblando. Poco
a poco la atraigo hacia mí intentando tranquilizarla. Es inútil. Está borracha.
Está empapada de odio porque todo es caótico.
Clava sus ojos en los míos y un indescriptible
escalofrío recorre mi cuerpo recordándome la misteriosa magia que encierra este
encuentro.
Enamorado de ella desde hace tanto tiempo pienso que
lo mejor es dejarla sola. Me retiro a una mesa apartada, pero no puedo dejar de
mirarla.
Llena de dudas sigue bebiendo, desnuda y bella,
cuestionándose tal vez cómo impedir que el mundo empeore. Abatida, cierra sus
ojos camaleónicos y se queda dormida sobre la barra de madera gastada,
respirando dulcemente.
Mañana estallará de nuevo, imparable, elocuente,
sabia, renovada, pasional, elegante, natural, clara, verdadera, libre o
mentirosa...
Entretanto, yo, he vuelto a tocar el fondo de mí
mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario