sábado, 17 de agosto de 2013

UN HORIZONTE SIN NOMBRE.

Imagen: ROBERT DUNN
Sentía que el agua recogía el color blanco de un horizonte sin nombre. Desde la orilla se conmovía ante la luz de ese momento. Lejos...otro mar: limpio, sin bullicio, sereno y desconocido.La inquietud de una tarde bella lo hacía rendirse ante todas las preguntas. Sus silencios seguían siendo rojos y solitarios, como si procedieran del sol o del ruido de una hoguera.
Y llegó la noche.
Perdida, extraña y marítima.
Decidió pasear porque nadar le quemaba las entrañas.
Hacia el cielo apuntaba el mástil de su propia desesperación y en aquella bandera izada al infinito se distinguían los ojos que siempre trató de escribir en sus poemas. ¿Por qué nunca pudo adentrarse en aquellos latidos nítidos? ¿El periódico de mañana hablaría de amor? ¿Por qué en ningún tumulto de ningún mercado puede distinguirse una mujer como ella?
Ella; coleccionando brasas con las que encender fuegos artificiales desde un barco cada vez más lejano.

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