Hay ventanas para mirar
afuera y las hay para mirar hacia
adentro y después de tres años aún no me he atrevido a apartar las
cortinas, levantar las persianas y abrir ésas que dan directamente a mi
interior.
Primero fue la confusión, la
inconsciencia; después las palabras sucesivas que me permitieron construirme de
nuevo.
Hay dos mujeres dentro de
mí, una quedó dormida sobre mi propio cuerpo, sobre mi mente, sobre mi alma
atormentada; la otra inició una búsqueda incesante, me arrebató la voluntad de
seguir siendo y comenzó a existir nueva, erigiéndose como una diosa capaz de
vencer el tiempo y el destino.
Cada noche observo la luna
que se alza recordándome mi realidad misteriosa y cotidiana y todo se resume
siempre en un mismo sueño: continuamente,
soy una mariposa.
Es un sueño que
me desgarra, que ataca directamente mis sentidos, que me revela experiencias y
conocimientos tergiversados por la energía onírica, que eleva el problema de mi
identidad.
Después del accidente abrí
los ojos, el tiempo transcurrido era imposible de determinar. Lo único que vi
fue su rostro sonriente, enérgico, invitándome a seguir viviendo. Tenía cogida
mi mano. Estaba arrodillado sobre el asfalto, prestándome su aliento.
-
Me llamo Fernando. Bienvenida. Llevas unos quince
minutos inconsciente. Soy médico y me he tomado la libertad de examinarte. El
golpe más fuerte ha sido en la cabeza, el resto son magulladuras que sanarán
pronto. Te merecerías un castigo...y gracias al casco ¿a quién se le ocurre?
¡Has estado a punto de matarte! ¿Por qué circulabas a tanta velocidad?
-
¿Dónde estoy?- Pregunté desorientada y absolutamente
condolida.
-
Estás en una carretera apartada al sur de la ciudad.
Nadie viene por aquí.
-
¿Y tú? ¿Cómo que estás tú aquí?
- Vengo del hospital, he terminado mi turno y me
dirijo a casa. Vivo solo a menos de un kilómetro. He visto derrapar tu moto y
no he podido hacer nada. ¿Cómo te encuentras?
-
Fatal. Me duele todo el cuerpo y la cabeza me va a
estallar.
-
Bien, unos días de reposo y estarás como nueva.- Me
ayudó a levantarme- Mi móvil está en el coche, dime a quién llamo para que
venga a recogerte.
Un sobresalto
invadió mi alma. En aquel momento podía ser una mujer virgen, una mujer plena,
una hechicera, una bruja malvada, una demente, una asesina... Se dirigía hacia
el coche y le grité:
-
¡FERNANDO!
Se volvió para
mirarme, sus cejas estaban arqueadas esperando algo más.
-
No sé a quién puedes llamar, no recuerdo
absolutamente nada.
Desde aquel momento la
palabra amnesia actuó como refugio, como proyección de dos vidas
encontradas por azar, como soporte de un pacto de silencio que nos ofreció a
los dos un poco de sentido.
Fernando me ha prestado su
casa, sus libros, sus discos, su ropa, sus recuerdos... sin pedir nada a
cambio. Por mi parte el préstamo soy yo misma. Mi presencia llena los múltiples
vacíos de esta casa solitaria.
Yo desordeno los libros
dormidos sobre estantes de pladur, yo escucho los discos desterrados en cajas
de cartón, yo visto sus jerseys de lana y sus pijamas y sus camisas; yo le hago
reir y hablar. Yo siempre estoy aquí para celebrar sus triunfos, para respetar
sus silencios, para emborracharme con él, para secar sus lágrimas.
Sí, es cierto; hay ventanas
para mirar afuera y las hay para mirar hacia adentro.
Llevo tres años sin salir de
esta casa que no me pertenece, viviendo con un hombre al que no estoy muy
segura de pertenecer.
Sólo reconstruyo historias
que nunca me pertenecieron y él lo sabe. Sabe que soy una impostora. Quizá lo
sepa desde el principio. ¿Es hora de afrontar la verdad? ¿Quién tendría que
comenzar, él o yo? Llevo mucho tiempo esperando la formulación de una simple
pregunta: ¿Quién eres en realidad?
Jamás lo ha hecho. Tiene
miedo de descubrir las sombras de un pasado que no tiene nada que ver con él.
Por eso prefiere que me siga inventando cada día, que siga aferrada a él como
si nada más existiera. Esta fue su elección desde el principio, desde el
momento que comenzó a intuir que mi amnesia había desaparecido. Estoy segura de
que me quiere así, tal y como me conoció: amnésica y anacrónica, sin nombre,
sin familia, sin trabajo, sin responsabilidades, sin amigos, sin nada que no
sea él y su vida dedicada por entero a mí.
Las preguntas que él
silencia son las mismas respuestas que durante todo este tiempo han quedado sin
pronunciar permitiéndome olvidarme “casi” por completo.
Pero sigo estando ahí,
detrás de esas ventanas cerradas herméticamente, entre miles de sombras negras
con las que tengo que luchar diariamente, no siendo yo ni la otra sino una mariposa plateada por la luz de la luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario